Por qué nunca he tenido relaciones sexuales con un hombre

Al mencionar que siendo un hombre atraído por los hombres, pero que nunca he tenido relaciones sexuales y no pienso tenerlas, muchos se asombran, incluso se escandalizan. En este tiempo, tenemos una visión tan estereotipada de la sexualidad que muchos creen que existe un solo camino para los hombres con AMS (atracción al mismo sexo) y que ese camino es el de la lujuria. Por eso, les cuesta mucho entender qué es lo que me motivó a vivir así. Es una larga historia, así que comenzaré desde la infancia.

Cuando yo era niño ya sabía que me atraían los hombres. Desde luego que, siendo niño, no sabía nada sobre las relaciones sexuales ni tenía morbo en mi mente, pero yo ya sabía que los niños me parecían más “bonitos” que las niñas. También escuchaba que un hombre no podía dormir con otro como se hace con una mujer. En ese tiempo yo no entendía mucho el por qué yo me sentía atraído por los hombres, no lo había elegido yo, y tampoco entendía por qué estaba prohibido acostarse con uno, pero confiaba en lo que escuchaba de los adultos. “Por algo lo han de decir”, pensaba yo.

Después vi que era algo que Dios prohibía, un pecado. Tampoco entendía por qué, pero pensaba “debe haber una razón, algún día la entenderé”. Simplemente me guardaba mis sentimientos y no se los contaba a nadie. Fui creciendo entendiendo poco a poco que la esencia del matrimonio es tener hijos y educarlos para que sean buenos cristianos y se salven, y que tal cosa no es posible entre dos hombres. No obstante, aún no comprendía por qué, fuera del matrimonio, estaba tan mal que dos hombres tuvieran relaciones.

Cuando era adolescente fue que por primera vez me enamoré, de un hombre. Él era mi mejor amigo, y pienso que también él sentía algo por mí. Una vez me hizo una aparente propuesta indecorosa, pero yo nada más me reí y lo tomé como si fuera una broma. A pesar de que él me gustaba, no me atreví, sabía que estaba mal, y aunque mis instintos lo deseaban, mi mente no.

A pesar de que ya comprendía los anteriormente mencionado sobre el matrimonio, me parecía demasiado complejo entender por qué si un hombre y una mujer se gustan, pueden casarse y tener relaciones de forma lícita, pero si dos hombres se gustan no hay forma de que lo hagan de forma lícita. A veces pensaba que era injusto. No obstante, aún me quedaba la duda, alguna razón había de haber.

Llegó un momento de crisis del adolescente en el que me cuestioné la existencia de Dios. Yo sentía ganas de hacer muchas cosas, algunas de ellas prohibidas, y la religión me estorbaba. Además, mi vida no pintaba bien. Vivía en pobreza extrema, tenía pocos amigos y me sentía solo. Me sentía abandonado y me cuestionaba si de verdad existía Dios, y si existía, por qué me tenía viviendo en esa situación. Sentía ganas de olvidarme de todo, irme a trabajar en otra ciudad, perder contacto con mi familia y con la Iglesia y encontrar un hombre que me hiciera feliz.

Sin embargo, contuve mis impulsos. Pensaba: “si tiro todo y me doy la vida que se me antoja, y al morir resulta que sí existe Dios, me irá muy mal, pero si vivo como me dicen en la Iglesia, y al morirme no existe Dios, nada va a pasar, va a ser como cuando se descompone una televisión y ya no queda nada de ella”.

Tenía muchas dudas. ¿Existe Dios? ¿Por qué permite que me gusten los hombres y después me prohíbe estar con ellos? Y en este problema existencial comencé a buscar las respuestas. Una de ellas vino del razonamiento filosófico sobre la ciencia.

Yo tenía muchos premios académicos en el país. Conocía mucho más de ciencias que el 99% de los estudiantes de mi edad. Sé perfectamente lo que dice la ciencia en cuanto al origen del mundo, el origen de la vida y demás.

No obstante, me di cuenta de algo: la ciencia, más que explicar, muchas veces se limita a describir. Te puede explicar el cómo pero no el porqué de las cosas. Por ejemplo, la ciencia nos permite saber que los electrones tienen carga negativa y los protones positiva, y que las cargas iguales se repelen, y las opuestas se atraen, pero no sabemos por qué es así y no al revés. Sabemos que el cloro químicamente puro es tóxico, pero al combinarlo con sodio se forma la sal común, y que su ion cloruro no es tóxico, sino que es vital en los procesos celulares más básicos. Sabemos que los planetas y el universo se mueven según leyes físicas que descubrieron Newton y Kepler, pero ellos no definieron esas leyes. La ciencia describe estos procesos, pero no explica su razón de ser.

Un principio básico de la ciencia es el de la causalidad: en el mundo material, todo tiene una causa, de la nada, nada sale. Por las leyes de la física sabemos que en el universo la entropía va en aumento, esto es, que toda la energía útil se va disipando en calor, en una forma de energía no utilizable en el espacio. El universo tendrá un fin, una muerte térmica. Si el universo fuera eterno y hubiera existido desde siempre, ya habría llegado esa muerte térmica, de lo cual deducimos que el universo tuvo un comienzo donde la entropía era cero. Y si tuvo un comienzo, ¿qué lo provocó?

Definitivamente el universo tiene que tener una causa externa, que no sea material, que no esté sometida a las leyes de la física, que no ocupe un lugar en el espacio y que el tiempo no transcurra para esa causa. Creo que la respuesta es muy obvia. Por eso fue que no me hice ateo ni agnóstico.

Por ese tiempo, tuve que irme a vivir lejos de mi familia para estudiar. Cuando estaba allá, se agotaron mis recursos económicos y hasta estuve a punto de dormir en la calle en una ocasión. Hubo una familia que me apoyó y gracias ellos pude continuar con mis estudios. Ellos eran católicos muy devotos, como no he visto otros. Siempre al cenar me hablaban de Dios. Yo todavía tenía mis dudas, pero acepté su invitación a un retiro católico. Allí, orando, dije a Dios: “si es que existes, dame una prueba” y me la dio. Experimenté algo que no puedo describir con palabras, pero era un sentimiento muy bonito y muy fuerte, sentí verdaderamente la presencia de Dios. Lloraba muchísimo, no de tristeza, sino de gozo. Allí se disiparon mis dudas.

Muy emocionado, reafirmé la promesa que hice de adolescente: nunca tener relaciones con ningún hombre. Después, cuando lo reflexioné, pensé: “creo que hice una promesa muy difícil, tengo miedo de romperla, pero haré lo posible porque no pase”. Ese fue el momento en que decidí vivir sin tener relaciones con ningún hombre.

Sobre el por qué las relaciones homosexuales son pecado, en el momento de mi promesa ya lo tenía más o menos claro. Un poco de reflexión me dio la respuesta. Dios no nos manda cosas nada más porque sí, ni nos pone prohibiciones nada más para fastidiarnos. Todo lo que nos manda es para que vivamos bien, y lo que nos prohíbe es para salvarnos de algún mal.

Voy a poner una analogía para explicarlo mejor. Cuando uno compra una lavadora, el fabricante pone en ella un manual de instrucciones con las cosas que se deben hacer y las que no se deben hacer, para que el aparato funcione bien y dure. El que nos fabricó a nosotros nos dejó un manual de instrucciones para que vivamos bien y en paz.

Lo anterior suena convincente para quien ya tuvo su encuentro con Dios, pero para los que aún no lo tienen,  vamos ahora a explicarlo sin recurrir a la religión, en términos meramente humanos, materiales y científicos.

Primera razón: el sexo hombre con hombre supone muchos mayores riesgos que el de hombre con mujer. Supongamos que un hombre y una mujer, ambos vírgenes, se casan y tienen relaciones y guardan la fidelidad. La probabilidad de que adquieran alguna infección o sufran un daño por tener relaciones es cero. Ahora supongamos que un hombre virgen tiene relaciones con otro hombre virgen. La posibilidad de infecciones de transmisión sexual es cercana a cero, pero de todas maneras, tienen la posibilidad de sufrir otros daños que no son producto de una infección, y esto tiene su razón de ser en la anatomía e histología de nuestro organismo.

La vagina está compuesta por tejidos tremendamente elásticos, esto es, que pueden ser estirados muchísimo y luego recuperar su forma sin sufrir daño alguno. Además, cuenta con lubricación natural que impide que la fricción de la penetración erosione su epitelio y cause microscópicas pérdidas de continuidad del tejido intacto. El ano no. Su elasticidad es limitada, no cuenta con lubricación natural y la mucosa que recubre el ano y el recto es frágil. Esto ocasiona que la penetración sea con muchísima más fricción, lo que causa pequeñas erosiones y pérdidas de continuidad en el tejido, por las cuales pueden entrar microorganismos al torrente sanguíneo.

Los músculos que rodean el ano se llaman esfínteres. Estos están hechos para tener el ano cerrado. Poco se habla de esto, pero la penetración requiere que ese esfínter esté relajado por largos periodos de tiempo, y por largos no entiendas que son horas, sino que es mucho más tiempo que el que permanece relajado mientras uno va al baño. Esto puede provocar daño a la memoria neuromuscular y pérdida del tono del esfínter. Un amigo mío me contó que él tuvo relaciones con su novio, y que después de eso le dieron ganas de ir al baño, pero dejó todo el camino lleno de heces porque no podía contenerlas dentro.

Lo que mencioné anteriormente de la fricción hace que el sexo anal incremente mucho el riesgo de empeorar las hemorroides. Otras complicaciones más graves, pero poco frecuentes son el desgarro y daño al intestino, pero estas son propias de prácticas brutales y descontroladas.

Y bueno, hasta ahora, mencioné los riesgos entre dos hombres vírgenes. Si el lector puso atención, notó no mencioné nada de las infecciones de transmisión sexual. Ahora piense en cuánta probabilidad existe de que dos hombres vírgenes tengan relaciones sexuales. La posibilidad es bajísima. Si buscas un hombre homosexual mayor de edad dispuesto a tener relaciones, lo más seguro es que haya tenido relaciones ya con dos o varios hombres, y que esos hombres hayan tenido con varios más y así sucesivamente. Lo anterior significa que puede llegar a ti una bacteria o virus que inicialmente estuvo en un desconocido muy lejano.

Lo anterior es de mucha relevancia. Anteriormente mencioné las características de los tejidos del ano y de la vagina. Ahora es donde viene la clave: es debido a esas características que la posibilidad de que un hombre contagie a otro hombre es mucho mayor que la de contagiar a una mujer. La presión del ano y del recto, la mucosa frágil y la poca lubricación hacen que se produzcan microlesiones por las cuales entran virus y bacterias.

Prueba de lo que anteriormente digo son las estadísticas de salud pública. Al revisar los datos de los CDC, de censida y de otros organismos encargados de llevar estadísticas, se puede constatar que enfermedades como la sífilis o la infección por VIH, afectan de forma desproporcionada a hombres que tienen sexo con hombres. Aún en esta era de los condones, y donde tanto heteros como homosexuales son muy promiscuos, afectan bastante más a los homosexuales. Con esto no quiero decir que la promiscuidad heterosexual sea buena, es malísima, condenable y extremadamente pecaminosa, pero definitivamente la promiscuidad homosexual trae consecuencias mucho peores para la salud.

Básicamente, cada vez que se tienen relaciones con un hombre, hay una considerable posibilidad de contagiarse de alguna infección, incluso con condón, que protege menos del 80% contra el VIH en caso de que la pareja lo tenga. CENSIDA en México realizó un estudio para conocer la prevalencia de VIH entre hombres que tienen sexo con hombres; para ello, recurrió a círculos y playas pensados en gays; el informe muestra que entre 10 y 15 de cada 100 hombres que tienen sexo con hombres son portadores del VIH en México. ¿Realmente vale la pena poner en riesgo la salud para experimentar un placer sin el cual uno puede vivir de forma saludable? ¿Vale la pena exponer al hombre que amas a algo así?

Algunos me ponen la objeción de que tener VIH ya no es causa de muerte. Hace años, en un Facebook que borré rápidamente, acepté a muchos gays que me mandaron solicitudes de amistad. Entre ellos estaba un influencer, trabajador de un famoso antro gay de Guadalajara. Se veía sano, feliz, y además muy guapo. En cuestión de dos meses después de enfermar, murió muy aparentemente por complicaciones del SIDA.

Vamos ahora a pasar de las consecuencias físicas a las consecuencias psicológicas del sexo con hombres.

Cuando yo estaba en la universidad, nos enamoramos con un compañero. El hombre es guapísimo, inteligente, teníamos personalidades similares. Llegué a estar con él en situaciones peligrosas para mi promesa de castidad, porque él me hacía sutiles insinuaciones, o me insistía en dormir en su casa "para ver películas". Claro, no era a la fuerza ni con violencia, pero fueron situaciones donde estuve a punto de quedarme a solas con él, y con la posibilidad de tener relaciones. Incluso me hacía propuestas de emprender juntos en otro país, lo cual abría la posibilidad de vivir juntos.

Algo que pude ver es que la posibilidad de una relación de toda la vida con otro hombre es prácticamente nula. Yo estaba apasionado, soñaba despierto y pensaba en la posibilidad de aceptar su propuesta de irnos juntos y envejecer como pareja. Sin embargo, al ir examinando su personalidad me di cuenta de ciertas cosas. Cada rato cambiaba el acomodo de los muebles de su casa, y me decía que la misma situación lo aburría, que él necesitaba cosas nuevas. Si eso era con los muebles, ¿qué sería con los hombres? ¡Jajaja! Suena descabellado, pero es que es la realidad, ahora vi que también con los hombres él es así.

McWirther y Matheson encontraron que las parejas de hombres casados que son fieles después de 5 años de matrimonio son casi nulas. El sueño de envejecer junto a otro hombre fiel es un cuento de hadas. La realidad es que, de haberme lanzado al mundo de las relaciones sexuales, a esta edad posiblemente ya llevaría más de 3 rupturas de relaciones, con las consecuencias terribles que ambos conocemos. En una ruptura, se sufre mucho.

Conozco muchos matrimonios heterosexuales que murieron sin divorciarse y siéndose fieles, pero eso no sucede hombre con hombre. Y es que las mujeres y los hombres tenemos diferentes modos de sentir. En una relación de hombre y mujer, que ambos son diferentes, uno puede aportar al otro cosas que este no tiene. Entre hombres, no hay complementación sexual, ni emocional, y pronto hay insatisfacción y aburrimiento. También esto pasa en parejas heterosexuales donde sus miembros llevan una vida disoluta y desordenada.

Voy a poner un ejemplo de mi experiencia. Yo no he tenido relaciones sexuales, pero sí veía mucha pornografía. Había temporadas que casi todos los días veía. Sucedía que en la sección de “lo más visto” encontraba un video que me llamaba la atención, y algún actor me gustaba. Podía ser algo como “qué piernotas” o algún otro rasgo físico de él que me llamara la atención, y después comenzaba a buscar más y más videos de ese mismo actor, pero después de unos días me hartaba, ya no le hallaba atractivo, ya no me prendía.

En la vida real sucede algo similar, pero con la diferencia de que al cambiar de actor porno favorito no existe el drama de la ruptura. Muchos hombres con AMS me han contado lo dramáticas que son las rupturas con sus novios.

Y bueno, son esos sufrimientos físicos y psicológicos los que hacen que el no vivir la castidad sea un pecado. Las cosas son pecado porque son malas. Nos hacen daño, a nosotros y a los demás. A veces uno no dimensiona el daño que se está causando, o no lo percibe, pero créanme que vivir en castidad realmente nos salva de muchas cosas. Yo lo veo con el chico que les conté en los párrafos anteriores: la última vez que lo vi fue hace unos años. Es muy dado a la promiscuidad y tiene mucho daño psicológico.

Es por eso que vivir en castidad fue la mejor decisión de mi vida. Quizás a ti, lector, o a otros les parece raro, increíble, pero es que uno no puede valorar lo que no conoce, ya sea conocido por experiencia propia o por experiencia ajena.

Yo no quiero fastidiar al lector ni nada de eso, pero yo veo en cada hombre que recurre a mí, que Dios quisiera darle una mejor vida que la que ha tenido hasta ahora. Hay algunos a los que veo casi irrecuperables, pero a la mayoría les noto que no son malas personas, sino chicos nobles, pero confundidos, perdidos y heridos.

Si tú, lector, llegaste hasta aquí, significa que en ti existe la inquietud de conocer más sobre las cosas que yo he hablado, y la verdad es que yo sería muy feliz si tú hicieras el intento por vivir de forma diferente, en castidad. Yo sé que no puedo forzarte a cambiar de vida, pero no hay peor intento que el que no se hace. Tal vez en más de una ocasión te ha pasado que estás en un lugar y ves un paisaje hermoso, una comida deliciosa, o algo que proporciona deleite. En ese momento piensas: “ojalá estuviera aquí mi mamá (o alguna otras persona que quieres mucho) para que también pudiera vivir este momento maravilloso que yo estoy viviendo”. Pues así me pasa a mí. Si te insisto es porque me encantaría que vivieras mejor.

A lo mejor en este momento se te hace caso de imposible cambiar, pero no te preocupes. Yo duré más de 7 años intentando dejar la masturbación, y no podía, se me hacía imposible, pero con perseverancia lo pude lograr. Claro, en esos 7 años hubo momentos en que le ponía empeño y otros en los que no le echaba ganas, pero se puede.

Tal vez piensas que ya caíste, que estás maleado, y hasta te da vergüenza voltear a ver a Dios, pero no debes preocuparte por eso. Dios lo puede hacer todo de nuevo, y por más oscuro que sea nuestro pasado, Él nos puede limpiar, nos perdona todo de lo que nos arrepentimos.

Bueno, creo que ya me alargué más de la cuenta escribiendo. Espero no haberte aburrido. Ahora quizás vas a necesitar un tiempo para reflexionar y releer todo lo anterior. Es probable que te surjan más dudas que las que tenías antes, pero ya sabes, estoy en twitter para responderte. 


 

 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Sugerencias para dejar la masturbación

El valor de la amistad para el hombre

Las terapias de conversión