El valor de la amistad para el hombre



El valor de un amigo es incalculable. La Sagrada Escritura dice: “El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra, ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor. El amigo fiel es remedio de vida, los que temen al Señor le encontrarán. El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, será su compañero”. (Eclesiástico 6, 14-16)

El pasaje anterior nos muestra muchos rasgos de un mejor amigo. En primer lugar, nos señala que es “un refugio seguro”. Cuando tienes una tristeza o algún problema, te sientes solo y amenazado, puedes acudir a tu amigo, tu refugio; por medio de él, Dios te provee de consuelo, consejo, compañía, ayuda y protección. En segundo, “es un tesoro”. Con ello, el Espíritu Santo nos está diciendo que un fiel amigo, al igual que los tesoros, es algo muy buscado, pero difícil de encontrar, algo que todos buscan, pero no todos encuentran. Si tienes un amigo fiel, debes considerarte un hombre verdaderamente afortunado y bendecido, sabiendo que cuentas con algo que es inmensamente valioso y escaso.

Después se dice: “el amigo fiel no tiene precio, no hay peso que mida su valor”. Con ello, el Espíritu Santo nos indica que la amistad no se consigue mediante el dinero, ni el poder, ni el estatus. Esas cosas tienen precio medible, pero la amistad no. Quien se vale de lo material para rodearse de amigos, falsos amigos tiene. No me malinterpreten, estoy ciertamente seguro de que los ricos también tienen amigos verdaderos, pero dichas amistades no son conseguidas por medio de la riqueza. Un amigo es un bien cuyo valor es altísimo, pero a la vez es accesible para ricos y pobres.

Enseguida nos dice: “el amigo fiel es remedio de vida”. Un remedio es algo que cura una enfermedad. De la misma manera, un amigo es capaz de sanar tu vida, pues es firme y seguro apoyo para crecer en las virtudes cristianas, te aleja del pecado, te aconseja, te consuela y te ayuda a superar las malas consecuencias de tus errores. De esta manera, el Espíritu Santo te cura a través de la amistad.

La Escritura continúa diciendo: “Los que temen al Señor lo encontrarán”. En estas palabras, el Espíritu Santo nos promete que aquellos que viven buscando la santidad, encontrarán un amigo fiel. En mi corazón guardo las palabras que me dijo un día mi mejor amigo: “yo le estuve rogando a Dios que me diera un amigo, y ese amigo eres tú”. Es muy gratificante saber que alguien te considere un “regalo de Dios”, como tú lo consideras a él. Los dos somos hombres que buscan a Dios, y sin esperarlo, Dios nos hizo conocernos, y hemos sido grandes apoyos el uno para el otro para crecer en nuestra vida cristiana. Dios manda la amistad como remedio para los que le temen, en cambio, la amistad puede no ser conseguida o bien ser la perdición de los que no temen a Dios.

Finalmente, “El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, será su compañero”. De aquí podemos deducir que un amigo fiel, que tenga la vista en la santidad, será una buena influencia para su compañero, y con su testimonio y palabras le ayudará en su búsqueda de santidad.

En una verdadera amistad hay confianza, lealtad, apoyo mutuo, intereses compartidos, comprensión, consejería, afecto, y muchos otros valores positivos, sanos y limpios. Por un amigo se está dispuesto incluso a arriesgarse si es que el otro está en peligro y hay que salvarlo. Por un amigo hay un afecto que hace que el corazón lata más fuerte cuando lo ves, hay un sano cariño que está desprovisto de la lascivia.

Alguna vez leí a Anthony Esolen decir que este tipo de actitudes eran la regla en las amistades de la antigüedad. Vemos en la Biblia a David decir sobre su amigo Jonathan: “Por tu muerte estoy herido, por ti lleno de angustia, Jonatan, hermano mío, en extremo querido; más delicioso para mí tu amor que el amor de las mujeres” (II Samuel 1, 26). ¿Qué se diría en la actualidad si un hombre se expresara así de su amigo? Jonatan y David no eran novios, no había ningún tipo de relación erótica o romántica entre ellos. Actualmente, una amistad así haría que el mundo proyectara sus defectos en el par de amigos, murmurara y juzgara a los hombres de tener un impuro romance.

A los hombres se nos ha restringido la amistad, se nos han puesto limitaciones muy duras. Tenemos prohibido darnos muestras de cariño, y todo es por el miedo a ser vistos como una pareja romántica. Nos han robado la posibilidad de experimentar una de las cosas más valiosas de la vida, que es tener un amigo. Se dice incluso que tener un amigo íntimo es “cosa de viejas”. La amistad ha quedado reducida a reunirse para tomar cerveza, ver el fútbol y dejar caer la baba arriba del asador.

Para muchos hombres, exponer sus debilidades, anhelos, problemas y alegrías a otros hombres, es algo casi impensable. Tristemente, se nos ha educado diciendo que los hombres no deben compartir estas cosas con nadie más, que deben ser “fuertes” y nunca mostrarse vulnerables. Incluso, hacer esto con otro hombre muchas veces es visto como un signo de homosexualidad, y es que lamentablemente, la promoción abierta y estridente de las relaciones homosexuales ha privado a los hombres de tener una conexión sentimental sana con sus amigos precisamente por el miedo a levantar sospechas de que entre ellos hay más que una amistad. Los lazos con otros hombres, dicen los mundanos, deben estar libres de confianza y de toda muestra de ternura o cariño. Por ello es por lo que ahora tantos chicos encuentran un refugio en las bandas de delincuentes.

En una verdadera amistad, un hombre y su amigo está perfectamente conscientes de que nada sexual puede ocurrir entre ellos. Esto le da a uno la seguridad para acercarse al otro confiadamente, sabiendo que no se corre ningún riesgo de pecar. Al amigo se le puede decir “te quiero” sabiendo que detrás de esas palabras no hay ningún interés sexual. ¿Cuántos de los hombres que me leen tienen algo así? Probablemente serán muy pocos. Están privados de una necesidad esencial.

En nuestros días, la amistad profunda entre hombres está muy poco valorada, y yo me atrevería a decir que es escasa. Algunos lectores podrían decir que esto es falso, que los hombres tienen muchos amigos, y podrían incluso citar ejemplos de ellos mismos o de algún conocido. Ciertamente, muchos tienen una buena cantidad de amigos, pero realmente no hay un vínculo fuerte con ellos. Puede ser que se reúnan y platiquen viendo el fútbol, tomando cerveza, asando carne o después de practicar deporte, pero sus conversaciones son sobre temas que no implican mostrar mucho lo que llevan en el interior.

Ahora bien, si un hombre se guarda todas sus emociones y pensamientos más íntimos, ¿podrá formarse sanamente? Si es muy astuto, probablemente sí, pero la realidad es que no estamos hechos para ser seres aislados, un hombre debe relacionarse con otros hombres, con sus amigos. Dice la Sagrada Escritura en Proverbios 27, 17: “El hierro con hierro se aguza, y el hombre con su prójimo se afina”. De allí deducimos que el carácter y la sabiduría de un hombre se forma con sus más semejantes, que son otros hombres. Esto es en la amistad, algo muy distinto a una relación romántica que se da con una mujer, donde la diferencia y la complementariedad forman un vínculo conyugal, vínculo en el cual el hombre debe mostrarse protector y dar confianza a su mujer.

Considero que, si actualmente hay tantos hombres con problemas psicológicos y una tasa de suicidios mucho más alta entre hombres que en mujeres, es precisamente por la pandemia de incapacidad de mostrar sus sentimientos y ayudarse mutuamente con sus amigos. Los amigos no son los que te acompañan en una borrachera ni con los que pasas el tiempo hablando de temas de trabajo; los amigos son aquellos en los que puedes confiar para mostrar tus problemas y alegrías más íntimos, los que también pueden abrirse contigo y apoyarse mutuamente.

La amistad no es simplemente una opción, es una necesidad. Para los hombres con atracción al mismo sexo, es una necesidad aún mayor. En el numeral 2359, el Catecismo de la Iglesia católica dice: “Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.”

La amistad limpia es una ayuda enorme para que un hombre con atracción al mismo sexo pueda vivir la castidad. Quienes tenemos esta condición hemos vivido personalmente, o hemos sido testigos, de que el aislamiento emocional y la necesidad de alguien con quien hablar de los temas más íntimos, pone a los hombres en una situación muy vulnerable donde cualquiera con intereses lascivos puede arrastrarlos a una relación erótica con tan solo mostrar un poco de cercanía y comprensión.

Por ello, mucho se nos habla de que “la castidad se forja en la amistad”. Aquel que cuenta con un amigo con el cual puede abrir el corazón y apoyarse mutuamente no se dejará seducir por palabras bonitas ni actitudes amables por parte de otros hombres cuyo interés es llevar la relación a la genitalidad. El amigo íntimo con el cual no hay posibilidades de relacionarse eróticamente es un medio por el cual se aprende a relacionarse apropiadamente con los hombres. Ayuda a forjar la identidad, a mejorar la percepción del valor propio, a sentirse “un hombre” a la altura de los demás.

Deseo de corazón que los hombres recuperemos lo que se nos ha robado, que la amistad sincera y cercana vuelva a ser algo cotidiano, pues de ella pueden brotar grandes cosas positivas para la sociedad.

 

Comentarios

  1. Muy buenos comentarios. En algún momento voy a dejarles esto como lectura + conversación a mis estudiantes en una escuela católica aquí en EEUU - que es uns escuela de puros chicos.

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