Por qué ser la víctima es fabuloso

 Todos los seres humanos, por naturaleza, tenemos el instinto de proteger al débil. Uno siempre siente el deber de acabar con la injusticia, el abuso y la opresión. Decir que uno es víctima no es un argumento, pero es una forma magnífica de manipular los sentimientos de los demás y forzarlos a que estén de acuerdo con uno, pues se vería muy mal no defender y ayudar a alguien que está sufriendo.

No es algo bueno, pero la realidad es esta: en la mayoría de las personas, los sentimientos son más fuertes que la razón. Al vulgo se le convence más fácil con emociones que con argumentos. Manipular el sentir es una forma muy efectiva de volcar la opinión de las personas, y esto lo saben y lo usan muy bien los grupos feministas y LGBT. "¡Nos están matando por ser mujeres!", dicen las feministas, crean un sentido de rebaño en otras mujeres, y luego las tienen pidiendo aborto legal, seguro y gratuito. "A mí me corrieron de mi casa por ser gay, hay que legalizar la adopción para parejas del mismo sexo"... y así hay muchos ejemplos. 

El método es sencillo: luchas por algo con lo que todo mundo esté de acuerdo y le mezclas aquello de lo que tú los queres convencer, y desde luego, la gente tiene que aceptar el paquete completo. Es un hecho indiscutible que a nadie le gusta que maten mujeres, ni que se maltrate a un homosexual. Cuando unes algo así con otro tema donde la gente no está de acuerdo, como el aborto o la adopción homoparental, el público no tiene la opción de elegir otra cosa que lo que propones, sino que se ve forzado a conceder aquello que rechaza a cambio de apoyar lo que es indiscutible.

Para un homosexual, como lo soy yo, el sentirse víctima no es siempre producto de una realidad externa objetiva. Autores como Gerard van den Aardweg hablan de una noción de autocompasión inconsciente del homosexual. Este hábito no es voluntario ni consciente en la mayoría de los casos, sino que es autónomo. Está relacionado con sentimientos de inferioridad.

Muchos fuimos criados en un ambiente donde se nos hizo sentir inferiores a otros hombres. Por eso, muchos hablan de que son víctimas de una masculinidad impuesta. A menudo se culpa la idea de la masculinidad de macho mexicano, la masculinidad americana, o la masculinidad occidental, de este sentimiento, pero la realidad es que los homosexuales varones de todo el mundo culpan la masculinidad de la cultura en la que viven, en la que invariablemente se sienten inferiores.

El hombre con sentimientos de inferioridad y de no pertenencia al mundo masculino, de forma automática, reacciona con autodramatización o autocompasión. Uno se percibe a sí mismo, interiormente, como patético, como despreciable, como "pobre criatura". Nadie me entiende”; “nadie me quiere”; “todo el mundo está en mi contra”; “mi vida es una miseria total”... Uno es el centro trágico del mundo. La sensación de "pobre de mí" tiene un efecto ciertamente consolador. Es bastante frecuente en la adolescencia, cuando uno fácilmente tiende a sentirse como un héroe o especial, incluso en el sufrimiento. Si esta autocompasión persiste, se forma el complejo de inferioridad, el cual a menudo queda fijado hasta la edad adulta. 

En las palabras textuales de Van den Aardweg: "Inicialmente, la autocompasión funciona como una buena medicina. Sin embargo, bastante pronto funciona más como una droga que esclaviza. En este punto, se ha convertido (inconscientemente) en un hábito de autoalivio, de autoamor egocéntrico. La vida emocional se ha convertido esencialmente en neurótica: adicta a la autocompasión. Con el instinto infantil o adolescente, fuertemente egocentrista, esto ocurre automáticamente, a menos que haya intervenciones afectuosas y reconfortantes del mundo exterior."

Es debido al complejo de inferioridad y a la adicción a la autocompasión que muchos se quejan de ser la víctima, de ser mal tratado por los demás, de su aspecto físico, de su vida, destino, etc., mientras que otros interpretan el falso papel de ser siempre felices. Como la autocompasión es autónoma, inconciente, muchos ni siquiera se dan cuenta de ella. Sus quejas se ven justificadas y no como provenientes de una necesidad de sentir aflicción de sí mismos.

Para una persona en esta situación, la solución obvia es eliminar la raíz del problema, yendo a un buen tratamiento psicológico con alguien que sepa del tema. Pero, desde luego, la solución propuesta por el lobby militante nunca va a ser que quien tenga la sensación de ser una víctima perpetua se trate, sino en el que mundo cambie: toda crítica a los comportamientos sexuales debe ser prohibida y castigada, el matrimonio debe pasar de ser una institución para la protección de los ciudadanos que produce a ser la simple certificación de que dos o más se aman, los niños se deben poder adoptar como una mascota, las religiones que dicen que los actos homosexuales son pecado deben ser combatidas, etc. 

La realidad es que en los países europeos más progresistas, donde las "soluciones" anteriores han sido más aplicadas, los homosexuales siguen teniendo una situación psicológica peor que la población en general, y los suicidios siguen siendo más altos. Evidentemente las propuestas no están funcionando. 

Los casos de suicidios y de mala salud psíquica son un arma fabulosa para los colectivos LGB6. Se hace un drama con los conflictos de conciencia, suicidios, expulsión del hogar, o de cualquier crimen que sea sufrido por un homosexual. No importa cuál sea la causa real de la desgracia, decir "lo mataron por homofobia", "se suicidó por causa del discurso de odio de la Iglesia católica", suenan dramáticos y son el pretexto perfecto para imponer la forma de pensamiento del activista, muchas veces incluso por la vía legislativa.

Fuera del ámbito social, el victimismo perpétuo también repercute en las relaciones personales y amorosas. La adicción incosciente a la compasión puede llegar a ser la causa de conductas posesivas, celosas y altamente demandantes por parte del homosexual hacia sus amigos o hacia su pareja.

En una ocasión, conocí a un joven por medio de los comentarios en una noticia de facebook. Este hombre me envió una solicitud de amistad y la acepté. Al inicio tuvimos charlas agradables, pero con el tiempo me fui dando cuenta de sus problemas. Es un joven de Chihuahua, arquitecto, rubio, con un rostro perfectamente simétrico y balanceado, y un cuerpo bien proporcionado; sin embargo, constantemente se quejaba de su físico, que estaba gordo, que su cabello, que sus dientes, etc. Lo hacía de una forma muy insistente, pues cada que yo le respondía "mira, no eres nada feo, tu cabello es lindo", etc., él respondía con emojis de alegría y agradecimiento. También me contaba demasiado sobre las cosas malas que le sucedían, y todo con el mismo objetivo: obtener palabras bonitas. Dicho de otra forma, era un adicto a los cumplidos y a los elogios, a ser el centro de la atención.

En poco tiempo, la situación se tornó de tal manera que si no le respondía de inmediato o no le respondía de la forma en que él quería, hacía un drama. Fue increíble como una amistad por redes sociales lo volvió a él tan demandante, exigente y hasta celoso conmigo.Tuve que bloquearlo. Este no es un caso aislado. Son numerosos y públicos (pues ellos mismos lo publican en sus redes sociales) los casos que demuestran lo posesivo que un hombre puede llegar a ser con su novio. Así, el victimismo no sólo impide relaciones amorosas, sino también amistosas, como fue este caso. La "víctima" cae en un círculo vicioso, donde su propia actitud sabotea sus relaciones personales, y una vez que hay fracaso, culpa al otro de ello, asumiendo que fue víctima una y otra vez.

Cada año, vemos en nuestros países occidentales numerosas manifestaciones con banderas arcoiris donde se defiende a "víctimas" de nuestra sociedad "machista, religiosa y homofóbica". Pero, como homosexual que soy, me pongo a revisar: ¿realmente soy una víctima de un sistema que me oprime, como dicen estos grupos? En la presente fecha tengo 31 años, una profesión grandiosa con un historial académico impecable, un buen trabajo, suficientes bienes materiales y una posición excelente en mis círculos sociales. En realidad, nuestra sociedad premia tu trabajo independientemente de otras condiciones personales como lo son tus inclinaciones sexuales. Tener AMS no impide llegar al éxito.

Analizando un poco más allá de mi caso personal, los homosexuales ahora son figuras públicas importanes; dirigen programas de televisión, hacen que las escuelas y universidades promuevan (más bien, que impongan) su agenta LGB6, y por medio del chantaje emocional hacen que numerosas empresas y las big tech hagan toda una campaña a favor de su agenda todo junio; más aún, tienen cuotas para puestos políticos y de gobierno. ¿Alguna vez se vio que un grupo oprimido verdaderamente, como lo fueron los indígenas, llegaran a este nivel? Para ser un grupo oprimido, parecen más bien un grupo opresor.

Sin embargo, les cuesta reconocer que ya no somos víctimas y que sus luchas ya no tienen una razón de ser. Cada vez que digo esto en mis redes sociales, salen con el argumento: "es que en 70 países las relaciones homosexuales son un crimen". Pero, ¿por qué las marchas llenas de tipos desnudos bailando arriba de un camión sólo se ven aquí, donde ya somos libres, y no en esos países, donde los matan? ¿Será que tienen miedo pararse a hacerlo allá, o más bien que sus marchas y manifestaciones en nuestro país, más que para conseguir "derechos" son una demostración del poder que gozan? ¿O será más bien que se realizan por utilidad política? Bien dijo Shalom Pérez Carranza: "Las feministas luchan por derechos que ya tienen, los LGBT por derechos que no existen, los abortistas por convertir delitos en derechos, y los socialistas por convertir todas estas mentes débiles en votos para llegar al poder".

Dudo mucho que esta situación cambie durante algunas generaciones. Ser la víctima es realmente fabuloso porque te da poder. Usted mismo puede hacer la prueba: haga público que pertenece a uno de estos grupos y de inmediato le lloverán corazones en su facebook, retweets a sus tweets, muchos amigos que querrán mostrar que ellos son woke, y hasta le facilitarán cuotas para acceder a puestos políticos. Hágalo, comenzará a disfrutar del "gay privilege from day one" (frase de Milo Yiannopoulos).

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