Echar de casa a un hijo gay es echarlo a la perdición
Hace tiempo conocí el caso de un joven homosexual que fue echado de su casa. Este muchacho, en su adolescencia, era alguien serio, no se involucraba en escándalos, acudía a misa y de vez en cuando participaba en otras actividades de la Iglesia. Durante un viaje académico, se enamoró de otro hombre, al cual llamaba “el amor de su vida”. Decía que por primera vez en su vida se sentía feliz. Regresó a México y su relación amorosa se acabó. Sin embargo, comenzó un nuevo amorío con otro hombre, al cual también llamó “el amor de su vida”. Sus padres en ese momento no sabían nada sobre su sexualidad. Él le contó a un amigo suyo sobre sus intenciones de “salir del clóset” y comenzar a llevar una vida como los gays liberales. Su amigo le recomendó no hacerlo, que permanecer en castidad era lo mejor, pero que, si de plano no quería contenerse, al menos se cuidara de las enfermedades. El joven no hizo caso de las recomendaciones de su amigo. Habló con sus padres, una pareja conservadora, ...